Coger el móvil para hacer un pequeño descanso y quedarse media hora frente a la pantalla. Desviar la mirada del trabajo ante cualquier notificación. Esa manía de consultar el teléfono cada cinco minutos. El pequeño ‘infarto’ cuando no se encuentra el teléfono… Estas son algunas situaciones cotidianas para gran parte de la población. Los medios digitales han ofrecido muchos beneficios pero también nuevos retos a los que enfrentarse como individuos y sociedad. Es una relación ambivalente.

“Con la llegada de los dispositivos móviles se han desdibujado los límites del tiempo y el espacio, lo que nos ofrece más autonomía”, asegura Mariek Vanden Abeele, profesora asociada de Cultura digital en la Universidad de Gante (Bélgica). Sin embargo, la experta advierte que, al mismo tiempo, se produce el efecto contrario: hay una pérdida de control, ya que la tecnología demanda constantemente nuestra atención. “Esta ambivalencia entre autonomía y pérdida de control se debe a que la tecnología que está diseñada para persuadirte y engancharte”, asegura.

Mariek Vanden Abeele, doctora en Ciencias de la Comunicación, en su visita a la Universidad de Navarra.

Otro ámbito de ambivalencia según Vanden Abeele es que, junto a las innumerables bondades de tener acceso a los demás en cualquier momento y en cualquier lugar, hay que aceptar lo que significa estar disponible 24/7. Para la investigadora, para algunas personas esto puede suponer estrés, presión del ambiente y conflicto de roles. “Quitar las restricciones espaciotemporales significa que puedes desempeñar cualquier papel en cualquier momento”, expone. Aunque estés, por ejemplo, trabajando, pueden reclamarte amigos o familia.

En este contexto, la experta aboga por buscar el bienestar digital por medio del equilibrio, tomando la iniciativa para desconectarse cuando corresponda. “Domar la tecnología para que nos beneficie y no suponga una carga”, resume. Sobre este asunto habló la experta en el seminario ‘Disconnect to Reconnect? The Science Behind Digital Well-being and Digital Disconnection’ organizado en el marco del Reto ICS 22-23 “Jóvenes, relaciones y bienestar psicológico” del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra.

Una dieta digital

Para la investigadora belga, la ambivalencia en nuestra relación con la tecnología la transforma en algo individual. Para comprender cómo conseguir el bienestar digital, utiliza una analogía con la comida. Al igual que necesitamos la comida para sobrevivir, necesitamos la tecnología para ser parte de la sociedad. Sin embargo, al igual que con la comida, debemos tener en cuenta la calidad y la cantidad de lo que consumimos. Señala que es importante buscar momentos para utilizar la tecnología para no pasarnos el día frente a la pantalla. Además, debemos cuidar el contenido y el uso que damos a la tecnología.

«Los jóvenes pasan 5 horas de media frente a la pantalla»

Si una misma dieta no funciona igual para todos, lo mismo ocurre con la tecnología: “Es necesario explorar qué retoques son necesarios en la dieta digital para cada individuo”. De este modo, para unos servirá silenciar las notificaciones, para otros desinstalar una aplicación o, incluso, dejar el móvil fuera de su alcance en las horas de trabajo o estudio.

Entrenar habilidades de gestión de la conexión puede favorecer hábitos digitales saludables. Según la experta, el autocontrol es fundamental para el bienestar digital. “Los conocimientos sobre autocontrol permiten identificar quién necesitan más protección y quién pueden beneficiarse más de una regulación del uso de dispositivos”, asevera. Entre ellas, señala a las personas con TDAH, una condición que dificulta controlar los impulsos.

La tecnología según la edad

Además del esfuerzo personal, la experta propone hacer partícipe al entorno social, es decir, llegar a acuerdos con las personas del entorno sobre cómo y cuándo pueden contactar. En el ámbito laboral, esta idea se ha llevado a la legislación con la Ley de Protección de Datos y Garantía de Derechos Digitales para defender el derecho a la desconexión del trabajo fuera del horario laboral.

Sin embargo, Vanden Abeele advierte que, para los adolescentes puede resultar más difícil. En su investigación han visto que, aunque quieran darse un espiro digital, temen perderse algo y que les dejen de lado. Plantea que padres, educadores y demás adultos del entorno deben trabajar juntos para ser un ejemplo de comportamiento sano y, quizá, cambiar la cultura 24/7. Por ello, los propios adultos deben ser consientes de su relación con la tecnología móvil, “si no, no tendremos impacto”, incide. “También sirve poner en palabras tus luchas o explicar por qué te desconectas”.

En relación a los jóvenes adultos, que han conocido parte de su vida sin internet móvil, deben enfrentar la transición a la vida adulta de la mano de esta tecnología por primera vez. En una etapa donde aparecen nuevas demandas y responsabilidades (carrera profesional, hijos, padres mayores que pueden necesitar cuidados), se añade una nueva: ser responsable de la conectividad y desconexión. ¿Qué ocurre cuando jóvenes sin conocimientos de gestión de la desconexión llegan a esta etapa?, se pregunta Vanden Abeele. Según sus estudios, los jóvenes luchan por equilibrar responsabilidades y uso de la tecnología. “Tienen problemas para irse a dormir y dificultades para concentrarse en el trabajo y el estudio con tanta oferta online”, cita. Ha comprobado que los jóvenes pasan 5 horas de media frente a la pantalla. “Es mucho tiempo y no contamos con tiempo de videojuegos y de uso de ordenador”, añade.

Ante esta situación, considera fundamental sensibilizar sobre la gestión de la conectividad, formar en habilidades para ello. De hecho, para la experta la culpabilidad asociada al exceso de uso de los medios digitales es buena si está orientada a motivar cambios en el comportamiento. Para Vanden Abeele una nueva línea de acción está asociada a generar conciencia de la relación personal con los dispositivos móviles. “Solo un uso consiente de los medios digitales permite entender por qué tomas ciertas decisiones tecnológicas, en qué situaciones y qué efecto tienen en ti”, concluye.

Autora: Natalia Rouzaut

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