Ante la omnipresencia de las redes sociales, Javier García Manglano, investigador principal del proyecto ‘Jóvenes en transición’ del Instituto Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra, plantea utilizar la tecnología a favor del crecimiento personal, a fin de evitar que se aproveche de nuestras vulnerabilidades neuronales y genere adicción. Una de sus líneas de investigación, ‘Tecnología y psicología’, busca entender los efectos psicológicos del uso de la tecnología y su papel modelador de la personalidad. Se dirige a los “obesos tecnológicos”, aquellos que entregan su atención a la alerta de notificaciones, para recordarles que su valor no se mide en likes: “la vida nunca es tan cuantificable”.

¿Cuál es el valor económico de las redes sociales?

La red social es una excusa para vender publicidad. Para personalizarla, es necesario que estas plataformas tengan nuestros datos. Cuanto más tiempo invirtamos en ellas, más datos entregamos. Sus diseñadores trabajan en base a la economía del comportamiento (‘Behavioural Ecomics’) y el mecanismo de recompensa del cerebro humano para que queramos volver, este es la misión del ‘Persuasive Technology Lab’ de Stanford. Nos dejamos engañar cuando nos dan pequeñas recompensas: dopamina en validación y likes. Instagram ha encontrado la manera de proporcionarnos satisfacción con su uso, ha encontrado un mecanismo para satisfacer nuestra necesidad natural de sentirnos bien dentro de un grupo. En el pasado, esta necesidad se saciaba de una manera más personal.

Si el constante compartir de información en redes sociales ha probado ser valioso para que grandes empresas delimiten su mercado, ¿hasta qué punto convierte al consumidor en un producto?

El modelo clásico de la economía funciona a base de productor y consumidor. Ahora, en el mercado de las redes sociales, nosotros estamos en el medio de ambos. No somos el cliente de Google, lo son las empresas que se anuncian. Tampoco somos sus productores, aunque producimos clicks. Estamos entre el cliente y el negocio. Somos Prosumers: productores y consumidores. El contenido de Instagram lo producen los usuarios y, cuando das like, te conviertes en productor para tus amigos. En ese intercambio de información, las empresas consiguen conocernos y convertirnos en el objetivo de los anunciantes. Por eso nos dan cosas gratis, porque estamos dándoles lo que necesitan. Pagamos con nuestros datos.

«Las redes sociales están haciendo que seamos humanos que cada vez reaccionan menos como tales»

Pero también nos dan conveniencia: rapidez de comunicación desde cualquier lugar del mundo. Sin embargo, hay que entender que nos están haciendo más reactivos. Nos dan pequeñas recompensas a corto plazo que nos hacen menos racionales. Dejas de pensar porque te sientes bien. Según el Center for Humane Technology, las redes sociales están haciendo que seamos humanos que cada vez reaccionan menos como tales. La tecnología debe replantearse para que, en lugar de explotar nuestras vulnerabilidades cerebrales por dinero, nos ayude a desarrollar nuestras capacidades.

¿Cómo moldea la identidad el uso de redes sociales?

En sociología hay un concepto muy importante que se llama ‘looking-glass self’, el yo espejo, y trata sobre necesidad de conocerme. Yo me conozco, en cierta medida, a través de lo que reflejan los demás de mí. Si digo algo y se ríen, me conozco como gracioso. Si soy una persona triste y percibo que mi grupo me refleja así, me sentiré mal y querré cambiar esa percepción. Para cambiar la percepción que tenían los demás de mí, hace 50 años, debía cambiar mi forma de actuar. Debía hacer un esfuerzo por sonreír. Con las redes sociales tenemos más herramientas para proyectar una imagen fragmentada de nosotros. Mostramos solo nuestros mejores momentos para obtener validación. Pero las redes sociales no han creado esta necesidad, sino que la han amplificado y han evitado que nos esforcemos por mejorar como personas mientras nos ocultamos tras fragmentos.

¿Esos fragmentos pueden generar una doble identidad?

El problema es la realidad, ya que esas apariencias serán efectivas en tanto no me conozcan en persona. Esto lleva a una doble identidad entre el yo virtual y el yo real. Allí es donde se producen los altibajos de ánimo, ansiedad y depresión. A algunas personas puede ayudarles tener un espacio virtual en el que puedan practicar habilidades sociales. Puede que virtualmente sean graciosos, sin la presión del cara a cara, y esto les ayude a practicar o les dé seguridad. Pero corren el peligro de quedarse en el éxito virtual. Si se van creando divergencia entre estas dos identidades, probablemente esa persona acabe evitando a la gente o dudando más de sí misma. El segundo problema es el del mantenimiento. La gente se acostumbra a la imagen que vas dando y cada vez exige una versión más exagerada de ti.

Pero ¿en la vida real también buscamos la valoración de los demás?

Sí, yo creo que muchas de las cosas que suceden en la vida virtual tienen su equivalente en la vida real. No hay que pensar que las redes sociales están creando problemas nuevos, sino que aumentan problemas de la vida real: cómo quedar bien, cómo tener muchos amigos y cómo conocernos a nosotros mismos.

¿Cuánto podemos conocer de una persona a través de su perfil?

Uno de los problemas de las redes sociales es que es difícil conocer la persona entera que está al otro lado de la pantalla, sobre todo, si no hay interacción social. La foto y el nombre no es suficiente. Entonces, es mucho más fácil fragmentar a la otra persona por solo una identidad. Esto nos despersonaliza. Nos hace una caricatura. La solución es que la gente se conozca en persona, solo así nos daremos cuenta de que esa persona probablemente es simpática, tiene una familia o es del mismo equipo de fútbol que yo.

«Las redes sociales no están creando problemas nuevos, sino que aumentan problemas de la vida real»

¿Cómo se produce la fragmentación de identidad?

Se produce cuando las redes sociales nos cuantifican. En la vida real no puedo decir si alguien es un 5 o un 10 porque reconozco que es mucho más complejo que eso. Lo virtual introduce un elemento que nos hace pensar numéricamente, un intento de medir lo que somos. Por ejemplo, Tinder utiliza las relaciones de noviazgo y las fragmenta en: imagen o impresión, mercado de personas interesadas y una pequeña descripción en características y gustos. La vida nunca es tan cuantificable.

¿Esta fragmentación facilita que las personas compartan información íntima en redes sociales?

Mostrarme a mí mismo en trocitos facilita que sea menos consciente de la información personal que comparta, porque me parece que estoy compartiendo solo una parte de mí. Puedo llegar a pensar que es solo una foto o un dato. Pero no es así, dividir mi ‘yo’ es manipularme. Puede que lo use para atraer a otros sin darme cuenta lo mucho que me afecta. No tengo un cuerpo como tengo unas gafas. Somos unidad: cuando estamos tristes, nos ponemos enfermos; y, cuando estamos enfermos, nos ponemos tristes. Las redes pueden hacer que nos pensemos objetos que podemos utilizar.

Si parte de nuestra identidad la construimos en nuestras interacciones, ¿cómo cambia con unas redes sociales que permiten interactuar sin barreras espacio-temporales?

Construyo mi identidad con el valor que conozco de mí mismo y con la manera en la que me reflejo en los demás. Un adolescente que está en periodo de conocerse tiene más inseguridades y por ello busca validación social. Puede poner demasiado énfasis en la validación externa o el espejo de los demás. Las redes sociales promueven que la percepción de nosotros mismos sea mayoritariamente dependiente de ello.

Entonces, ¿retrasan nuestro proceso de autoconocimiento y crecimiento personal?

Afectan al conocimiento propio. Cuando nos damos cuenta de que hay retos que nos hacen sufrir, la tecnología puede convertirse en una escapatoria. Cada vez que algo resulta incómodo o doloroso acudimos a Netflix para no pensar en ello. En psicología, se llama conducta compensatoria y consiste en hacer algo que nos haga sentir bien para contrarrestar lo que nos hace sentir mal: si me siento solo, envío diez mensajes a amigos y luego me siento conectado; si me siento triste, hago compras compulsivas. Es un mecanismo de defensa que genera adicción. Aunque se expliquen como algo biológico, las adicciones se entienden desde el punto de vista social: se generan por falta de conexión con las personas. Recurrimos a cosas porque las relaciones nos hacen sufrir. Pero la mejor solución es recurrir a las personas porque, a veces, no necesitamos evasión sino corrección.

¿Cómo hacer un uso inteligente de las redes?

Saber lo que hay y con quién te enfrentas. Al tomar tu teléfono tienes que ver que, detrás de la pantalla, hay un equipo de ingenieros cuyo objetivo es que inviertas más tiempo y des más datos para que ellos puedan vender mejor publicidad a sus anunciantes. Los diseños van a ser tan atractivos que querrás volver. Somos como obesos tecnológicos, que intentamos no engordar, pero pasan frente a nosotros cada cinco minutos con una bandeja de notificaciones. Tenemos que ser nosotros quienes decidamos cuándo abrir una notificación. Hay que aprender a esperar, practicar la paciencia con la tecnología, para luego ser pacientes con la gente.

Autora: Paola María Arriaza Avilés

2 comentarios sobre ““Las redes sociales nos dan pequeñas recompensas a corto plazo que nos hacen menos racionales”

  1. Reblogueó esto en comunicarbieny comentado:
    «aprender a esperar, practicar la paciencia con la #tecnología, para luego ser pacientes con la gente» entrevista de Paola María Arriaza al profesor Javier García-Manglano del @ICS]_unav

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